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miércoles, 29 de mayo de 2013

SERVICIO


Recientemente estuve un congreso de  jóvenes en Cd. Victoria llamado DESTINO, donde escuché a Angélica Del Castillo, pastora y amiga junto con su esposo Felipe, quien predicó  sobre la vida de José. En su plática, ella mencionó algo que me abrió los ojos a una revolución que todos necesitamos abrazar, no solo en nuestra manera  de pensar, sino también en la forma que actuamos. Tiene que ver con el trabajo y el servicio.

Trabajar es hacer una labor para obtener un beneficio a cambio de dicha labor.
Servir es hacer una labor para dar un beneficio a cambio de dicha labor.
Tanto el trabajo, como el servicio, involucran el hecho de laborar, la única diferencia es el enfoque que le damos a dicha labor; un individuo trabaja para su propio bien, mientras que el servicio se hace para el bien de los demás.

Jesucristo nos llama a ti y a mí a servir. Cada día que nos levantamos y nos dirigimos hacia nuestro empleo, necesitamos ir con la actitud de servir. Eso significa que yo no me presento en mi lugar de empleo solo para recibir un sueldo, sino que desempeño mis labores con una encomienda dada directamente de Dios, de ofrecer un servicio, un valor agregado a esa empresa, de modo que el día que yo falte, realmente se note mi ausencia.

Si somos vendedores, nuestro mayor enfoque no debe ser la venta o la comisión, sino el beneficio que nuestro producto puede ofrecerle a la persona o empresa  con la que estamos tratando, al grado de que, si nuestro producto no ofrece ningún beneficio para ellos, tengamos el valor y la decencia de hacérselo saber, y retirarnos con la conciencia tranquila.

Mi enfoque cada día debe de ser beneficiar a los demás con mi tiempo y mis talentos. Cuando tú y yo tenemos ese enfoque, Dios se encargará de nuestra recompensa.  José se presentaba todos los días delante de Potifar y el carcelero sin buscar su propio beneficio, puesto que ni sueldo recibía, no obstante, siempre buscaba servirles a de la mejor manera. 

Como sabemos, mientras tanto que él mantuvo esa actitud, Dios lo prosperó poniéndolo al frente de todos y así llegó a ser “cabeza y no cola”. La única vez que vemos a José buscando su propio beneficio fue cuando le pidió al copero que abogara por él ante el Faraón, y como sabemos, el copero se olvidó de él.
Vayamos cada día a nuestros lugares de empleo enfocados en dar, en vez de recibir, y dejemos que Dios se encargue de ver de recibamos una compensación abundante.
 Nuestro empleo es nuestro ministerio.

FUENTE: PASTOR CHRIS RICHARDS

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