Recientemente
estuve un congreso de jóvenes en Cd. Victoria llamado DESTINO, donde
escuché a Angélica Del Castillo, pastora y amiga junto con su esposo
Felipe, quien predicó sobre la vida de José. En su plática, ella
mencionó algo que me abrió los ojos a una revolución que todos
necesitamos abrazar, no solo en nuestra manera de pensar, sino también
en la forma que actuamos. Tiene que ver con el trabajo y el servicio.
Trabajar es hacer una labor para obtener un beneficio a cambio de dicha labor.
Servir es hacer una labor para dar un beneficio a cambio de dicha labor.
Tanto el trabajo, como el
servicio, involucran el hecho de laborar, la única diferencia es el
enfoque que le damos a dicha labor; un individuo trabaja para su propio
bien, mientras que el servicio se hace para el bien de los demás.
Jesucristo
nos llama a ti y a mí a servir. Cada día que nos levantamos y nos
dirigimos hacia nuestro empleo, necesitamos ir con la actitud de servir.
Eso significa que yo no me presento en mi lugar de empleo solo para
recibir un sueldo, sino que desempeño mis labores con una encomienda
dada directamente de Dios, de ofrecer un servicio, un valor agregado a
esa empresa, de modo que el día que yo falte, realmente se note mi
ausencia.
Si
somos vendedores, nuestro mayor enfoque no debe ser la venta o la
comisión, sino el beneficio que nuestro producto puede ofrecerle a la
persona o empresa con la que estamos tratando, al grado de que, si
nuestro producto no ofrece ningún beneficio para ellos, tengamos el
valor y la decencia de hacérselo saber, y retirarnos con la conciencia
tranquila.
Mi
enfoque cada día debe de ser beneficiar a los demás con mi tiempo y mis
talentos. Cuando tú y yo tenemos ese enfoque, Dios se encargará de
nuestra recompensa. José se presentaba todos los días delante de
Potifar y el carcelero sin buscar su propio beneficio, puesto que ni
sueldo recibía, no obstante, siempre buscaba servirles a de la mejor
manera.
Como sabemos, mientras tanto
que él mantuvo esa actitud, Dios lo prosperó poniéndolo al frente de
todos y así llegó a ser “cabeza y no cola”. La única vez que vemos a
José buscando su propio beneficio fue cuando le pidió al copero que
abogara por él ante el Faraón, y como sabemos, el copero se olvidó de
él.
Vayamos cada día a nuestros
lugares de empleo enfocados en dar, en vez de recibir, y dejemos que
Dios se encargue de ver de recibamos una compensación abundante.
Nuestro empleo es nuestro ministerio.
FUENTE: PASTOR CHRIS RICHARDS
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