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lunes, 20 de mayo de 2013

Yo te cuido

por Enrique Monterroza


A veces es difícil aceptar la voluntad de Dios, más cuando su voluntad es diferente a lo que nosotros quisiéramos.

El Jueves pasado fui ingresado de emergencia en un hospital, me sentía muy mal, iba pálido, mareado, con un dolor muy fuerte en mi abdomen, era algo que jamás en mi vida había experimentado. Por lo general yo soy de las personas que nunca se enferman, por lo que no estoy acostumbrado a todo ese ambiente que rodea un hospital o una enfermedad, pero esta vez me tocaba, era mi turno de experimentarlo.
Fue así como pase la noche en el hospital, realizándome diferentes estudios para saber qué era lo que me estaba provocando todos los síntomas que tenía. Para mí fue duro estar allí, me sentía indefenso frente a la enfermedad, en una cama de hospital, lejos de mis seres queridos y lejos de lo que me gusta hacer para el Señor, pase una de las peores noches que recuerdo, despertaba cada quince minutos y no concilie el sueño, la madrugada se me hizo eterna.

Al día siguiente me siguieron realizando estudios y llegaron a la conclusión de realizarme una operación, yo me asuste, pues jamás me han practicado una y la verdad no soy muy amigo de las agujas ni mucho menos del bisturí.

Estando en esa cama, yo hablaba constantemente con Dios y le decía: “Señor, no quisiera pasar por esto, pero si tu quieres que pase, entonces: acepto”. Dentro de mí me negaba a pasar por el quirófano, pero casi era una realidad que tendría que pasar. Por alguna razón nunca llegaron a traerme para la operación, el doctor llego nuevamente a chequearme y vio que estaba mejor y me dijo que tal vez no la necesitaría, yo me sentí feliz de saber que podría volver a mi casa, así que el Viernes por la tarde regrese a mi casa, con un poco de dolor, pero feliz de estar con mi esposa y mi pequeños.

El sábado no amanecí también bien, fui a realizarme una ultrasonografía y para mi aflicción no salió tan bien y el diagnostico no era nada alentador. Pase un sábado muy mal y el domingo continué sintiéndome mal, estuve en mi cama un buen tiempo mientras hablaba con Dios y le pedía que me sanara, que me quitara el dolor que sentía, mientras pensaba en que si me operaban estaría muchos días fuera de todo esto y no quería, me reusaba a pensar que no podría realizar lo que más disfruto.

Luego de orar en mi cuarto, voy hacia la sala donde estaba mi pequeño Uziel de tres años, mientras él jugaba con sus carritos, yo me recosté en el sofá mas grande, y mi pequeño llego donde mí, me acaricio la cabeza y me dijo: “Yo te cuido”. En ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas porque Dios estaba contestando a la oración que hace segundos había hecho, el me estaba diciendo: “Yo te cuido”, mi pequeño hijo es un ángel enviado por Dios para darme palabras que necesito. Sentí como que Dios mismo me decía: “Yo te cuido”, eso significaba que no tendría por qué preocuparme.
Sin embargo seguí sintiéndome incomodo, tenía tres días de no comer, solo unas pocas frutas, me sentía mal y tome la decisión de ir nuevamente al hospital con la decisión de que si me tenían que operar, pues que lo hicieran. Por la tarde del domingo avise con el dolor de mi corazón en mi cuenta de Facebook y en mi página de Facebook que estaría ausente unos días y sobre todo que oraran por mí.

Me fui a mi cuarto y hable con Dios, mientras llore como un niño, yo no quería que eso me pasara, pero si era necesario pasar por ello, entonces le dije a Dios: “Solo dame la fuerza que necesito para hacerlo”.
En el mismo instante que hablaba con Él mi mente se traslado al episodio que Jesús experimento antes de ser arrestado: “«Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»” Lucas 22:42 (Traducción en lenguaje actual)

Me imagino lo difícil que habrá sido para Jesús saber que estaba a punto de morir, lo de él no es nada comparable a lo que yo estaba experimentando, lo de él era más fuerte, pero no deje de tratar de comprender ese pasaje en base a lo que yo experimentaba y a la vez comprender que a veces no será lo que nosotros queremos, sino lo que Él quiere.

Aceptar la voluntad de Dios es una de las cosas más difícil que el ser humano puede experimentar, más cuando su voluntad es diferente a lo que nosotros quisiéramos. Es allí en donde muchas veces el enemigo se entromete para cuestionar la voluntad de Dios, queriéndonos convencer que no le importamos, o que no está al pendiente de nosotros.

Hay algo que tenemos que tener claro, no importando lo que estemos pasando, sea esto lo más fuerte que a tu vida le ha tocado experimentar, TU FE, TU CONVICCION, NO ES NEGOCIABLE.

Tu fe y la mía no tiene que depender de una respuesta de Dios, ¿Qué tal si Dios no responde?, ó ¿Qué tal si responde diferente a como nosotros queríamos?, ¿Dejaremos de creer en Él?, ¿Dejaremos de confiar en Él?, ¡Absolutamente NO!

A pesar del mal momento que yo estaba experimentando, había algo que no estaba en juego, y eso era mí: CONVICCION.

Si Dios quiere que pase por eso, entonces pasare, si Él quiere que sufra, entonces sufriré, porque después gozare, si Él quiere que llore, entonces llorare, porque después sonreiré, todo está bajo su control.
Increíblemente esa tarde sentí como muchos elevaron una oración por mí, no sé si alguna vez lo has experimentado, pero a veces uno siente cuando hay personas que interceden por nosotros. Yo puedo sentir cuando hay personas que están orando por mi vida y la de mi familia. Y esa tarde fue especial, sentí como Dios me dio una fuerza que no tenia y como de pronto me sentí mas fuerte físicamente, se que las oraciones sinceras de muchos estaban siendo escuchadas.

Fui al hospital nuevamente el domingo por la tarde, decidido a que pasara cualquier cosa, al examinarme el doctor, ya no sentía dolor y físicamente estaba mejor, el doctor me dijo que no había necesidad de una operación y que pronto estaría mejor, sinceramente me dieron ganas de llorar allí mismo, mas cuando me dijo que podía comer lo que yo quisiera, eso era un alivio como no tienes una idea. Le llame a mi esposa Yamita y le quite un peso de encima, yo se que ella estaba más preocupada por mí que yo mismo.

Llegue a mi casa y comencé a sentirme bien, hoy estoy en mi oficina y escribo esto, no me siento al cien por ciento, pero pronto estaré bien, lo sé porque Dios me dijo algo que no se me olvidara: “YO TE CUIDO”.
Esas palabras que Dios dirigió a mi hijo para que me las dijera calaron hondo en mi corazón, esas palabras eran las que necesitaba, el saber que Él me cuida es mi paz, porque si Él me cuida, ¿Qué me puede pasar?
A veces pensamos que las cosas irán de mal en peor, pero hay algo que no se nos tiene que olvidar y Dios te lo quiere recordar, diciéndote:

“YO TE CUIDO”

Tu eres propiedad del Señor, pase lo que pase, tienes que saber que es Él quien te cuida, que tu vida, tu familia y todo lo que tienes esta bajo la cobertura de Dios y por lo tanto TODO está SEGURO.

No quiero terminar este escrito sin antes agradecer a Dios por su incomparable forma de actuar, a Él sea la Gloria, la Honra y la Alabanza por todos los siglos de los siglos. También agradecer desde lo más profundo de mi corazón a cada una de las personas que me llevan en sus oraciones, no se imaginan cuando valioso es eso para mí y para mi familia, gracias por cada palabra de bendición que dirigen hacia mi familia y hacia mi vida, estoy seguro que Dios los ha de recompensar, sus oraciones son escuchadas y prueba de ello es que Dios nos está bendiciendo, gracias por sus palabras y su tiempo para leerme, los amo en el Señor y están en mis oraciones.

¡Gloria a Dios! Porque EL NOS CUIDA.

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