El bautismo o llenura del Espíritu Santo
se puede manifestar de distintas maneras en una persona. La intensidad o
forma de una manifestación no define la dimensión de llenura ni tampoco
la calidad de la misma.
Antes de recibir a Cristo como nuestro único y verdadero Salvador, el Espíritu Santo está con nosotros, nos puede guiar, pero no está dentro de nosotros sino hasta el momento que nacemos de nuevo. Juan 20:21 y 22: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.1Corintios 3:16: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”, y empieza a obrar en nosotros cambiando nuestra vida desde nuestro interior. En Lucas 24:49 Jesús les dice a los discípulos “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” Investir quiere decir recubrir y esto es lo que se conoce como el bautismo (inmersión, llenura) del Espíritu Santo. Y es en este momento cuando nuestro cuerpo se convierte en templo del Espíritu Santo como dice Hechos 1:4 y 5 “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
Antes de recibir a Cristo como nuestro único y verdadero Salvador, el Espíritu Santo está con nosotros, nos puede guiar, pero no está dentro de nosotros sino hasta el momento que nacemos de nuevo. Juan 20:21 y 22: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.1Corintios 3:16: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”, y empieza a obrar en nosotros cambiando nuestra vida desde nuestro interior. En Lucas 24:49 Jesús les dice a los discípulos “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” Investir quiere decir recubrir y esto es lo que se conoce como el bautismo (inmersión, llenura) del Espíritu Santo. Y es en este momento cuando nuestro cuerpo se convierte en templo del Espíritu Santo como dice Hechos 1:4 y 5 “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
El bautismo en el Espíritu Santo es la inmersión o llenura de la persona es el toque del poder de Dios sobre nuestra humanidad la cual reacciona de distintas maneras al recibir este “poder de lo alto”. Estas reacciones son las que conocemos como “manifestaciones del Espíritu” y ocurren porque la presencia de Dios es tan fuerte y poderosa para nuestro cuerpo humano que éste reacciona de distintas maneras tales como risa, llanto, hablar en otras lenguas, gozo, temblor, etc.
Efesios 5:18 “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu Santo”
Éstas manifestaciones no son provocadas por las personas en sí y no se deben simular o fingir. Su propósito es que creamos en un Dios sobrenatural y que esto provoque un cambio en nuestras vidas y en las vidas de los demás. Pues como dice la Palabra en Hechos1:8, “y recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Así que podemos ver que el propósito de recibir el poder no es temblar, caernos, reírnos, etc. esas son solamente manifestaciones del mismo, el verdadero propósito es ser testigos, y el tenerlo o recibirlo no nos hace testigos, sino trabajar y usar ese poder para dar a conocer a Cristo por medio de la palabra y el poder de Dios.
En Hechos 8.5-8 vemos como Felipe quien inició sirviendo mesas después con el poder del Espíritu Santo, predicaba a Cristo, sanaba enfermos y echaba fuera los espíritus inmundos. Así mismo el pasaje de Hechos 19 nos ilustra lo que aconteció después de que Pablo llegó a Efeso, impuso manos en algunos de los creyentes quienes recibieron el bautismo del Espíritu Santo y ganaron esa ciudad para Cristo.
Dice la Palabra de Dios que el Espíritu se manifiesta como el quiere, 1Corintios 12:7: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. No es la manifestación en sí la que va ha definir la llenura ni tampoco se puede decir que es mejor ser lleno de gozo que caerse o que es mejor orar en lenguas que profetizar, lo realmente importante es recibir esa presencia como una promesa cumplida en nuestras vidas como un regalo inmerecido y no como un premio y usarla para provecho.
El hecho de que un creyente no tenga las mismas manifestaciones que otro no es necesariamente una evidencia de que no ha sido bautizado en el Espíritu. Por ejemplo, el hablar en lenguas es una evidencia. Claro que es bueno anhelarlas porque el que las habla se edifica y no solo el espíritu se edifica sino que el entendimiento se rinde. El Espíritu sabe lo que es bueno para nosotros y él se manifestará según su voluntad.
Si tu anhelas recibir la llenura del Espíritu Santo, lo único que tienes que hacer es pedírselo a nuestro Padre porque como dice en Lucas 11:9-13 “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Recuerda, el Espíritu Santo es una promesa de nuestro Señor y esta es para todos aquellos que han recibido a Jesús y son parte de la familia de Dios. Así que ora, pide, toca y llama que Dios te responderá.
Pastor Cash Luna
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