No viva una vida egoísta porque usted tiene mucho
qué dar, mucho que puede ofrecer. Cuando su vida gira alrededor de
usted mismo, no sólo se pierde de lo mejor de Dios, sino también le roba
a otras personas el gozo y las bendiciones que Dios quiere darles a
través de usted.
La Escritura dice que nos
debemos animar y exhortar los unos a los otros cada día. Es fácil
criticar y condenar, realzar las faltas y fracasos de todo mundo, pero
Dios quiere que edifiquemos a las personas, que seamos una bendición,
hablando palabras de fe y victoria a sus vidas. Le puedo oír diciendo:
“Joel, yo no tengo tiempo, estoy muy ocupado”.
¿Cuánto tiempo se toma para
darle a alguien un cumplido? ¿Cuánto tiempo se puede tardar en decirle a
su esposa: “Te amo, eres una gran persona y me da gusto que eres mía”?
¿Cuánto tiempo se puede tomar decirle a su empleado: “Estás haciendo
un buen trabajo, gracias por todo lo que haces”?
No es suficiente pensar algún
cumplido; tenemos que expresarlo. Como dice la frase: “El amor no es
amor hasta que lo ha regalado”. Deberíamos de levantarnos cada mañana
con una actitud que diga: Hoy haré contenta a otra persona. Ayudaré a
suplir la necesidad de otra persona. No viva su vida como alguien que
solamente toma; conviértase en una persona dadivosa.
“Pero Joel, tengo tantos
problemas y necesidades propias…” Si, pero si quita su mente de sus
problemas y comienza a ayudar a otras personas, usted no se tendrá que
preocupar por sus necesidades porque Dios se encargará de ellas. Sucede
algo sobrenatural cuando quitamos nuestros ojos de nosotros mismos y
miramos las necesidades de las personas que nos rodean.
El Antiguo Testamento nos
enseña que cuando demos de comer al hambriento, cubramos al desnudo y
animemos al triste, que entonces nacerá nuestra luz, y nuestra
salvación (sanidad) se verá pronto. En otras palabras, cuando usted se
extienda hacia las personas que sufren, es cuando Dios se encargará de
suplir sus necesidades; cuando usted se preocupa por ser una bendición,
Dios se encargará de que usted vea bendición en abundancia.
Nunca olvidaré que cuando a mi
mamá le diagnosticaron cáncer incurable en 1981, ella salió del
hospital y en lugar de sumirse en la depresión,
en lugar de fijar su mirada en su necesidad, en lugar de estar
pensando constantemente en esa enfermedad, en el momento de su mayor
necesidad, en la hora más oscura de su vida, ella se iba a la iglesia y
oraba por otras personas con necesidades.
Oraba por otras personas
enfermas y de esa manera ella sembró semillas de sanidad, y así como
dice la Escritura, conforme ella comenzó a ayudar a otras personas
necesitadas, su propia luz resplandeció como el alba, y su propia
sanidad llegó.
Estoy convencido que mucha
gente recibiría el milagro que ha estado pidiendo si simplemente
giraran su mirada y atención a otro lado, buscando la manera de
bendecir a otras personas en lugar de ver sólo sus necesidades y
problemas. En demasiadas ocasiones pasamos la mayoría de nuestro tiempo
buscando ser bendecidos. “Dios, ¿Qué puedes hacer por mí? Dios, aquí
está mi lista de peticiones. ¿Las podría recibir para el próximo
martes?”
Deberíamos pensar más en cómo
ser de bendición en lugar de buscar ser bendecidos. Deberíamos buscar
oportunidades de compartir el amor de Dios, y sus dones y su bondad con
los demás, porque la verdad es que entre más los ayudemos, más se
asegurará Dios que nosotros recibamos ayuda.
Seamos prácticos. Si usted
tiene cosas tiradas por su casa o almacenadas que nunca volverá a usar
otra vez, ¿por qué no regalárselas a alguien que sí las usaría? Todas
esas pertenencias que le sobran y que se están acumulando por todos
lados deberían usarse para suplir la necesidad de otra persona porque
si no están supliendo una necesidad de usted, debería hacer de ellas
una semilla.
Hace algunos atrás, compré una
maquina para cortar el césped que era cara y de las mejores que había.
Tiempo después, falleció mi papá, y cambiaron muchas cosas en mi vida
al llegar a ser el pastor pues estaba mucho más ocupado. Tan ocupado,
de hecho, que no tenía tiempo para arreglar mi jardín y cortar mi
césped, y me veía obligado a contratar a alguien para hacerme el
trabajo.
Guardé mi máquina en el garaje
junto con toda la maquinaria que tenía para arreglar el jardín, y cada
vez que llegaba en mi carro la podía ver y disfrutarla.
Un día al estacionar el carro
en el garaje, oí una voz dentro de mí que decía: Joel, deberías de
regalar todo ese equipo de jardinería.
Mi primera reacción fue decir:
¡Oye! Espera un momento, pagué mucho dinero por esa podadora y casi ni
la usé. Está nueva y además quizá la vaya a necesitar algún día. ¿Qué
tal si me despiden?
Nuestra mente puede inventar
toda clase de excusa cuando Dios comienza a abrir nuestra mano cerrada.
La naturaleza humana quiere quedarse con todo, así que, siendo el
hombre profundamente espiritual que soy, ignoré por completo aquella
voz.
Pasaron varias semanas y cada
vez que entraba a mi garaje, sentía mucha convicción. Ahí estaba mi
podadora nueva, casi sin usarse, y no le estaba siendo útil a nadie, al
igual que todo mi cuerpo para cuidar el jardín.
Yo sabía que nunca la volvería a
usar, y que lo más probable era que en unos veinte años todavía
estaría guardada en el mismo lugar, pero es que no soportaba la idea de
regalar algo tan nuevo, algo que amaba tanto porque, ¡casi ni la había
usado!
Llegué al garaje otro día, y
escuché de nuevo la voz: Joel, si no regalas esa máquina para cortar el
césped, comenzarás a cortar tu propio césped nuevamente.
¡En menos de treinta minutos la había regalado!
Es muy probable que usted
también tenga algunas cosas en su casa que no esté usando como ropa que
no se ha puesto en años, utensilios para cocinar que ni ha sacado de
las cajas de cuando se cambió de casa la última vez, libros, la cuna y
ropa de su hijo, ¡y toda clase de cosas que no ha usado en años!
La mayoría de los expertos en
este tipo de cosa dicen que si no ha usado algo en el último año, ¡debe
regalarlo! Si no está supliendo una necesidad, conviértalo en una
semilla. Recuerde que segamos lo que hemos sembrado. Cuando usted hace
algo bueno por otras personas, entonces Dios se asegurará de que le
alcancen las abundantes bendiciones de Él.
Si usted quiere vivir su mejor
vida ahora, tiene que fomentar un estilo de vida de dar: Vivir para dar
en lugar de vivir para tener. Tenga una actitud que dice: ¿A quién
puedo bendecir hoy? En lugar de: ¿Cómo puedo ser bendecido hoy?
Hace muchos años, los cazadores
de monos o simios llenaban un barril muy grande de bananas y de otras
comidas preferidas de los monos, después le hacían un hoyo en el
costado del barril con el tamaño suficiente como para que el animal
metiera su mano y su brazo.
El mono metía su brazo para
tomar una de las delicias que había dentro, pero al momento de
encerrarla con su mano, ya no lograba hacerla caber por el orificio.
Los simios eran todos obstinados y decididos en no soltar aquello, que
aun cuando se les venían encima sus captores, no soltaban su premio.
Eran presa fácil para los hombres con las redes.
Lo triste es que los monos no
están solos en cuanto al egoísmo ya que muchas personas viven igual.
Viven con las manos cerradas, con su mente puesta en cuidar y no soltar
lo que poseen que ni se fijan que eso les está robando la libertad y
las bendiciones abundantes que Dios tiene planeadas para ellos. Son
egoístas con su dinero, con sus recursos y con su tiempo.
Y, ¿Cómo está usted? ¿Se
encuentra tan enfocado en recibir lo que quiere, y lo que necesita, que
no obedece esa quieta voz cuando Dios le dice que bendiga a otros?
Abra sus manos; no las cierre tan fuertemente porque Dios no puede
llenar un puño cerrado de cosas buenas. Sea alguien que da en lugar de
alguien que recibe. No tendrá que irse muy lejos para encontrar a una
persona a la que puede ayudar porque hay un mundo entero que está
clamando por ayuda y usted tiene la oportunidad de vivir sin egoísmo,
demostrando el carácter de Dios. Dios es dador, y usted nunca será más
como Dios que al dar.
Dios le prometió al patriarca
del Antiguo Testamento, Abraham: “Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás de bendición”. Muchas
veces leemos promesas como éstas y decimos: “¡Que bueno, Dios! ¡Ándale,
derrama tus bendiciones sobre mí!” Pero, si se fija, hay una
condición: Tenemos que hacer algo; mejor aún, tenemos que ser algo.
Dios nos está diciendo que no seremos bendecidos sólo para vivir
lujosamente o egoístamente, sino seremos bendecidos para ser una
bendición. De hecho, si no estamos dispuestos a ser una bendición,
entonces Dios no derramará de su favor y bondad en nuestra vida.
Recibiremos de Dios la misma medida de lo que damos a los demás.
Pero no entiendo, Joel, yo no tengo nada que dar. No tengo una máquina para cortar césped guardada como tú”.
Quizá no, pero todo depende de
su actitud. Tiene que ser fiel en lo poco que tiene en este momento
antes de que Dios le bendiga con más. Mucha gente dice: “Dios, ¿cuándo
me bendecirás?” Sin embargo, si pusiéramos un poco más de atención,
posiblemente escucharíamos la voz de Dios diciendo: “¿Cuándo comenzarás
a ser una bendición?”
JOEL OSTEEN
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