Recientemente, un amigo pastor de una creciente iglesia en los Estados Unidos me preguntó lo siguiente: ¿Cómo puedo lograr que los músicos de la congregación fluyan en la adoración a Dios? Ellos saben tocar, pero no saben como conducir a la gente a la presencia de Dios.”
Cada vez mas, existe un deseo
por experimentar la realidad de la gloria de Dios en medio nuestro. Mi
amigo se refería a aquello que hace la diferencia entre una reunión mas,
y un tiempo precioso de comunión con Dios. Entre lo aburrido de la
rutina, y la expectativa de algo fresco.
La respuesta, en realidad, es muy sencilla. Tiene que ver con la aplicación de dos principios espirituales básicos:
1. Abrir el corazón.
2. Abrir la boca.
Veamos el primero: La palabra
declara: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana
la vida”(Pr 4:23). Que declaración tan importante: Del corazón mana la
vida! En otras palabras, no podemos hacer nada que transmita vida si
no abrimos el corazón para que fluya de ahí la bendición.
Sabemos que hay que abrir el
corazón para que entre Jesús (Ap 3:20), pero también debemos abrirlo
para que emane la vida de Jesús, en la forma de adoración.
Pablo exhortó a los corintios a
que abrieran su corazón, así como él había abierto el suyo hacia ellos.
Solo así podría haber verdadera comunión. Efesios 4:18 claramente
nos enseña que la dureza de corazón (corazón cerrado) impide el fluir de
la vida de Dios. Quizás no haya nada más importante para alguien que
se para sobre una plataforma para ministrar, que el que lo haga con un
corazón abierto hacia Dios.
Tanto el que ministra con la
Palabra como el que lo hace con la música, deben abrir su corazón para
que de él emane el río de Dios. Cuando uno abre el corazón, el fluir
del Espíritu se manifiesta a través de las palabras, a través de las
manos, al tocar un instrumento, y aun a través de los ojos. No conozco
ninguna persona que siendo verdaderamente llena del Espíritu Santo tenga
ojos secos.
Por eso dice la Palabra: “los
que sembraron con lagrimas, con regocijo segaran” e “ira andando y
llorando el que lleva la preciosa semilla” (Sal 126:5-6) El fluir del
Espíritu sensibiliza el interior. Pero esto no tiene nada que ver con
las emociones. Tiene que ver con algo que esta sucediendo en el
interior, un torrente que busca expresarse a través de nuestro corazón, y
que muchas veces encuentra una salida a través de nuestros ojos.
El segundo principio es abrir
la boca: El Señor Jesús declaró en Juan 7:37 al 39: "Si alguno tiene
sed venga a mí y beba, el que cree en mi como dice la escritura de su
interior correrán ríos de agua viva......." Juan, el apóstol, nos
aclara que Jesús se refería al Espíritu Santo que habrían de recibir los
que creyesen en él.
En otras palabras, el río de
Dios esta, en todo su potencial, dentro de cada creyente que ha recibido
del Espíritu para traer cambios a esta tierra. “Sobre las cumbres
áridas abriré ríos, y manantiales en medio de los valles. Convertiré el
desierto en lagunas, y la tierra reseca en fuentes de agua” (Is 41:18)
Sin embargo, hay muchos
creyentes que no han desatado el poder de este fluir transformador en
sus vidas porque tienen sus bocas cerradas. Para que el río del Espíritu
de Dios fluya no basta con decir al Señor: “cuando tu quieras haz fluir
tu río en mi.” Se necesita también dar un paso de fe y decir: “Señor,
yo reconozco que el río de Dios ha venido a mi vida, por tu Espíritu, y
que en mi esta la capacidad y decisión de dejarlo correr. Por tanto yo
ABRO MI BOCA para que fluya de mi interior”.
Mucha gente sabe que hay que
abrir la boca para confesar a Jesús como Señor, para que entre el
Espíritu Santo pero pocos entienden que también es necesario abrirla
para que fluya de nuestro interior hacia afuera.
El verso 38 específicamente
dice: “...de su interior correrán ríos...” Jesús usa el termino
“interior”, refiriéndose a las entrañas, al vientre, a la parte mas
interna de nuestro ser. Hay una gran diferencia entre lo que sale del
interior de tus entrañas y lo que sale del interior de tu mente.
Es necesario que seamos
entendidos de lo que Dios esta haciendo precisamente con este
derramamiento del Espíritu Santo. El fluir del Espíritu Santo en medio
de la alabanza del pueblo de Dios se esta incrementando, como las aguas
de un río que suben de nivel, y pronto su cauce será desbordado.
La tierra será llena del
conocimiento de su Gloria! Pero esto solo será una realidad palpable en
el ámbito personal si estamos dispuestos a abrirnos ante Dios y ante
los hombres. Ante Dios para ser continuamente llenos del Espíritu.
Ante los hombres para tener un corazón transparente y genuino del cual
mana la vida.
FUENTE: PASTOR MARCOS BARRIENTOS
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