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viernes, 31 de mayo de 2013

EL ABRAZO DEL PADRE


 

El recuerdo es muy claro en mi mente. Era un cálido sábado por la tarde, en un centro de readaptación social para jovencitas delincuentes en la ciudad de México. Cada semana, nuestro grupo de jóvenes visitaba ese lugar para compartir acerca del amor de Dios que siempre esta dispuesto a perdonar y dar una nueva oportunidad al que ha fallado.

Aquel día, Silvia se había acercado al lugar donde acostumbrábamos reunirnos, atraída por la música, o quizás por el deseo de conversar con alguien para matar un poco el aburrimiento. Pronto llego el momento de compartir con ella la historia de un Padre amoroso, que al regresar su hijo a casa, después de haber malgastado su herencia viviendo perdidamente, fue recibido con jubilo, sin importar su condición. “De la misma forma” le dije, “tu tienes un Padre que te ama y esta esperando que regreses a casa”
No estaba preparado para su reacción. Sus ojos se volvieron rojos de coraje.

Podía sentir el odio en sus palabras cuando me dijo: “No me hables de un padre amoroso! Esa es una mentira! Aborrezco a mi padre y nunca quiero volver a verlo!”

Para ella, la imagen del Padre, que debería ser sinónimo de amor, confianza, protección y provisión, había sido terriblemente distorsionada. Una vez mas, el Padre Celestial había sido mal representado por la crueldad y egoísmo de un hombre, que en vez de proveer un lugar de refugio para su hija, había abusado sexualmente de ella, y la había forzado a prostituirse y robar desde los 15 años.

Por unos momentos, me quede callado, sin saber que decir, impotente ante el dolor que evidentemente mantenía a Silvia en una prisión de rencor y odio. Recuerdo que solo pude asegurarle que, aunque su padre terrenal hubiera abusado de ella, Dios quería adoptarla como hija suya, borrar su pasado triste y llevarla a la casa del Banquete. Cuando oramos, le pedí a Dios que la rodeara con sus brazos de amor y que se manifestara a su vida como el Padre que ella necesitaba. Sus lagrimas brotaron pronto y su expresión dura fue cambiada por un rostro anhelante de afecto y aceptación.

Cuanta falta nos hace el Abrazo del Padre! Una generación herida camina y tropieza en su juventud, aborreciendo a sus padres y jurando que nunca serán como ellos, solo para causar el mismo dolor y las mismas heridas sobre sus propios hijos.

Cuanta falta nos hace la seguridad de un hogar donde el amor, aceptación y perdón del Padre crean un ambiente saludable donde se experimentan las relaciones más íntimas, donde se aprenden la mayoría de los hábitos, donde se desarrollan nuestras primeras reacciones emocionales, donde hacemos nuestras primeras decisiones acerca de nuestros valores.

Solo los brazos de Dios son suficientemente grandes para disolver nuestro dolor con su extraordinario e incondicional amor. Solo nuestro Padre Celestial es profundamente movido por nuestras presiones y problemas. Solo Él nos entiende!

FUENTE: PASTOR MARCOS BARRIENTOS

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