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martes, 28 de mayo de 2013

EMBAJADORES DE LA EXCELENCIA

Somos sus representantes en esta tierra, y debemos manifestar su excelencia porque somos portadores de su gloria.

Debería atraer a los demás de la misma manera que las moscas son atraídas a la miel. El Señor es excelente en todos sus caminos, y todo lo que ha hecho lo hizo con excelencia. Somos sus representantes en esta tierra, y debemos manifestar su excelencia porque somos portadores de su gloria.

Es increíble pensar que por cada lugar donde caminamos, lo hacemos con su gloria dentro de nosotros. Eso debería influir grandemente en las personas que nos rodean. La gloria de Dios debería afectar positivamente a nuestra familia, nuestros amigos, el gobierno y la sociedad. La pregunta que me hago es: ¿Cuánto realmente estamos afectando al mundo con la gloria del Señor que mora en nosotros? El profeta Isaías declara:

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3).

Cuando regresamos a nuestra casa luego del trabajo, ¿qué ve nuestra familia en nosotros? Cuando entramos en nuestro lugar de trabajo, ¿qué ven nuestros compañeros en nosotros? Ellos deberían ver la gloria de Dios para que, como dijo Jesucristo: “Así alumbren vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

Cuando caminamos por la tierra, somos portadores de su presencia. No importa donde estemos, la presencia del Señor va con nosotros.

Nunca olvidemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y, en todo lugar donde estemos, Seremos un templo que llevará la presencia de Dios. Caminamos sobre esta tierra llevando la presencia del Altísimo Dios con nosotros, y eso se evidenciará con la forma en que nuestra luz alumbre delante de los hombres. Como consecuencia de ello, al ver nuestras buenas obras, dice Jesús que los hombres deberían glorificar al Padre que está en los cielos (Mateo 5:16).

Al mismo tiempo, somos portadores de su carácter. Sabemos conscientemente que a nuestro carácter le hace falta un ajuste. Pero somos portadores del carácter de Dios y cada día se imprimen en nosotros sus características; es decir, su justicia, su santidad, su integridad, su humildad.

Dice la Palabra en Efesios 5:1-2: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.

Somos portadores de la personalidad de Dios. En el libro de Gálatas capítulo 5, se encuentra la lista de los frutos del espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Esa es la personalidad de Dios, y debería ser la nuestra. Como cristianos comprometidos con el Señor, tenemos la gran responsabilidad de producir frutos que respondan a la calidad y personalidad de nuestro Dios.

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:8).
Tenemos el privilegio de ser embajadores de nuestro Señor en la tierra y de demostrar su excelencia. Esta es una cualidad que nace del corazón y se expresa con los mejores recursos que poseemos. ¡Seamos realmente embajadores de la excelencia!

FUENTE: PASTOR MARCOS WITT

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