Somos sus representantes en esta tierra, y debemos manifestar su excelencia porque somos portadores de su gloria.
Debería atraer a los demás de la misma manera que las moscas son atraídas a la miel. El Señor es excelente en todos sus caminos, y todo lo que ha hecho lo hizo con excelencia. Somos sus representantes en esta tierra, y debemos manifestar su excelencia porque somos portadores de su gloria.
Debería atraer a los demás de la misma manera que las moscas son atraídas a la miel. El Señor es excelente en todos sus caminos, y todo lo que ha hecho lo hizo con excelencia. Somos sus representantes en esta tierra, y debemos manifestar su excelencia porque somos portadores de su gloria.
Es increíble
pensar que por cada lugar donde caminamos, lo hacemos con su gloria
dentro de nosotros. Eso debería influir grandemente en las personas que
nos rodean. La gloria de Dios debería afectar positivamente a nuestra
familia, nuestros amigos, el gobierno y la sociedad. La pregunta que me
hago es: ¿Cuánto realmente estamos afectando al mundo con la gloria del
Señor que mora en nosotros? El profeta Isaías declara:
“Levántate,
resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido
sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad
las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su
gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu
nacimiento” (Isaías 60:1-3).
Cuando
regresamos a nuestra casa luego del trabajo, ¿qué ve nuestra familia en
nosotros? Cuando entramos en nuestro lugar de trabajo, ¿qué ven nuestros
compañeros en nosotros? Ellos deberían ver la gloria de Dios para que,
como dijo Jesucristo: “Así alumbren vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” (Mateo 5:16).
Cuando
caminamos por la tierra, somos portadores de su presencia. No importa
donde estemos, la presencia del Señor va con nosotros.
Nunca
olvidemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y, en todo
lugar donde estemos, Seremos un templo que llevará la presencia de Dios.
Caminamos sobre esta tierra llevando la presencia del Altísimo Dios con
nosotros, y eso se evidenciará con la forma en que nuestra luz alumbre
delante de los hombres. Como consecuencia de ello, al ver nuestras
buenas obras, dice Jesús que los hombres deberían glorificar al Padre
que está en los cielos (Mateo 5:16).
Al mismo
tiempo, somos portadores de su carácter. Sabemos conscientemente que a
nuestro carácter le hace falta un ajuste. Pero somos portadores del
carácter de Dios y cada día se imprimen en nosotros sus características;
es decir, su justicia, su santidad, su integridad, su humildad.
Dice la
Palabra en Efesios 5:1-2: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos
amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí
mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.
Somos
portadores de la personalidad de Dios. En el libro de Gálatas capítulo
5, se encuentra la lista de los frutos del espíritu: amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Esa es la
personalidad de Dios, y debería ser la nuestra. Como cristianos
comprometidos con el Señor, tenemos la gran responsabilidad de producir
frutos que respondan a la calidad y personalidad de nuestro Dios.
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:8).
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:8).
Tenemos el
privilegio de ser embajadores de nuestro Señor en la tierra y de
demostrar su excelencia. Esta es una cualidad que nace del corazón y se
expresa con los mejores recursos que poseemos. ¡Seamos realmente
embajadores de la excelencia!
FUENTE: PASTOR MARCOS WITT
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