Enseñarles a tus hijos que sus
sentimientos son valorados y respetados es parte importante de la
formación de su identidad. Todavía recuerdo que cuando mi hija era muy
pequeñita y tenía una almohadita que llevaba a todos lados. A los
catorce años mi hija seguía con ella y yo pensaba: «Esta situación no es
normal, quizá necesite liberación, está aferrada a ese objeto».
Recuerdo que un día tomé la almohadita y
la boté. ¡No se imaginan el llanto que formo mi hija! Parecía que había
ocurrido una tragedia. Como yo quería sacarla de la aparente obsesión
que tenía con la pequeña almohada, le dije: «¿Por qué lloras tanto por
algo que no tiene importancia?». Ella me miró con sus ojos llenos de
lágrimas y me dijo: «No tiene importancia para ti… pero para mí sí…».
Su sinceridad tocó mi corazón y sentí su dolor. Es verdad que para mí,
su pequeña almohada no tenía ninguna importancia, pero para ella sí. De
modo que busqué aquella almohadita y se la coloque nuevamente en sus
manos. Dios me enseñó a través de esa experiencia que debemos respetar
lo que para ellos es importante. Aunque no lo entendamos, los
sentimientos del niño son así.
Hacer eso que le hice a mi hija, es
ejercer una autoridad en forma indebida; cuando lo hacemos en cualquier
otro tipo de situaciones podemos crearle a nuestros hijos heridas y
complejos, afectando el desarrollo de su personalidad. Debemos pedirle a
Dios que nos dé sabiduría para entender el corazón de nuestros hijos,
aun cuando vayamos a disciplinarles. Hay cosas que pueden marcarles por
el resto de sus vidas.
Te preguntarás ¿Dónde está el límite?
Las bases las establecen los padres, no los hijos. Sin embargo, ¿hasta
dónde debe llegar mi respeto y tolerancia por ellos? Debemos valorar
sus pensamientos y sentimientos, ¿pero dónde está el límite? Se trata de
un equilibrio. Por lo tanto, no puedo ser el ogro que lo censure todo,
pero tampoco puedo llegar a la indiferencia porque esto también los va a
dañar.
Hay hogares donde los hijos fuman
mariguana y ven pornografía, de modo que los padres, por no entrar a su
cuarto y no invadir su privacidad, no hacen nada y ellos se están
destruyendo asimismo. Aunque la inclinación de nuestra sociedad hacia
el liberalismo va en aumento, y muchas de las nuevas enseñanzas de la
sicología moderna nos separan cada vez más de las enseñanzas divinas, no
podemos someternos a lo que diga el hombre y hacer parecer que Dios es
el que está equivocado, ya que Dios siempre tiene la verdad.
Nuestros hijos son nuestra
responsabilidad. Dios nos los da para que los criemos y los
desarrollemos.
Además, es importante su supervisión constante, sobre
todo en estos tiempos. No aceptes que tu hijo trate de establecer que no
puedes invadir su privacidad, ni entrar a su cuarto a examinar sus
gavetas, ni debajo del colchón, solo porque se lo enseñaron en la
escuela o el papá de su amiguito no se lo hace. Tenemos el deber de
supervisarlos, saber cuál es su página favorita de Internet, con quiénes
se comunican, etc.
Una cosa es reconocer sus sentimientos y
valorarlos y otra cosa es aceptar todos sus gustos y preferencias, hay
que evaluar lo que es dañino para ellos y lo que no lo es, y explicarles
el porqué de las cosas. Sobre todo, esto último es muy importante
porque a veces no damos explicaciones cuando les negamos algo. La frase
«¡Porque yo lo digo y punto!», muestra una autoridad absoluta y hace
falta que nuestros hijos reconozcan en cada una de nuestras órdenes que
la intención es siempre cuidarles y protegerles. Por lo tanto, cuando
les decimos que no, siempre hay una razón que se conecta por completo
con las enseñanzas divinas, con la Palabra de Dios. A fin de lograrlo,
debemos conectarnos con nuestro verdadero Padre de modo que seamos
capaces de saber quiénes somos y a dónde debemos ir para ser mejores
padres y actuar con sabiduría. Necesitamos el discernimiento que viene
de «arriba».
Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
Proverbios 22:6
Proverbios 22:6
En este proverbio, Dios nos asegura que
nuestros hijos conservarán la Palabra de Dios en su corazón si les
instruimos en ella. Además, es evidente que aunque se aparten y vayan
por malos caminos, la semilla de la Palabra los hará regresar «aun
cuando fueren viejos». Si atesoras esta enseñanza estarás estableciendo
un legado de bendición sobre tus hijos y los hijos de tus hijos.
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