La
Biblia está llena de personas exitosas que decidieron entrar al
campo de la acción y entregarse a una causa que mejoraría a la
humanidad.
Creo que hay tres razones principales por las cuales las personas no llegan al éxito.
Muchos simplemente no sienten necesidad de tener éxito. Estas
personas están seguras, no necesitan probar nada. Están felices y
contentas, y les gusta lo que les pasa. Pero si éxito significa ser
todo lo que Dios desea que seamos, y estamos satisfechos con menos que
eso, no sólo no alcanzamos la gloria de Dios nosotros, sino que
limitamos lo que otros pueden ser para Él.
La mayor responsabilidad de los líderes es no estafarse a sí mismos, dando menos a quienes ellos lideran.
Si Dios nos ha dado un don, debemos utilizarlo y llegar al éxito,
para no solo fortalecer el reino desde nuestra perspectiva, sino
también desde la de nuestros seguidores.
La segunda razón por la que las personas fracasan es que tienen
miedo del éxito. ¿Cuáles son algunos de los motivos por los que podemos
temer al éxito? Algunas veces el nivel de compromiso necesario nos
hace retroceder. Otras veces tenemos miedo porque si logramos un éxito
nos sentimos presionados a continuar teniendo éxito. El alumno que saca
las mejores calificaciones en su boletín escolar está sentando un
precedente de resultados que lo obliga a continuar con ese nivel de
logros.
Muchas veces no queremos ser responsables, así que nos
acobardamos. Las personas que tienen baja autoestima siempre escapan del
éxito. Otros no quieren tener éxito porque no desean estar solos.
Prefieren estar con la multitud; se está muy solo en la cumbre. El
riesgo es otra razón; la gente no quiere arriesgar su cabeza. Hay
muchas otras razones, pero el punto principal es que algunas personas
le tienen miedo al éxito.
La tercera razón por la que muchos fracasan es que el
éxito les resulta sospechoso. Es como si pensaran que si alguien desea
tener éxito, sin duda no es espiritual; las personas exitosas no pueden
ser humildes. Casi hemos igualado humildad con pobreza. Pero cuando
leo la Palabra de Dios, una de las cosas que más me impresiona es que la
Biblia está llena de personas exitosas que decidieron entrar al
campo de la acción y entregarse a una causa que mejoraría a la
humanidad. Tuvieron éxito y cambiaron vidas para la eternidad. Piense
en personas como José, Nehemías, el apóstol Pablo, Josué, David,
Abraham. Muchos de los hombres de la Biblia son los que podríamos
considerar “exitosos”. No llegar a ser todo lo que Dios lo creó para
que fuera, no solo lo limita a usted, sino también a aquellos que
están bajo su influencia.
ELIJA SU META
La razón por la que la mayoría de las personas no tienen
éxito es simplemente que en realidad, no saben qué desean de la vida.
Pablo decía: “una cosa hago” (Filipenses 3:13). Él sabía lo que quería
hacer. Una vez escuché a alguien decir que el éxito es la “realización
progresiva de una meta predeterminada que vale la pena”. Tenemos que
saber adónde vamos.
La meta predeterminada. El éxito no es casualidad; no es
obra de la suerte, ni del destino. Es algo predeterminado. La meta vale
la pena. No es un éxito si no contribuye en forma positiva a ayudar a
las personas. El éxito es continuado. No es un hecho aislado, sino un
recorrido, un proceso continuo. No es un premio que recibimos por una
carrera que hemos ganado o un trabajo que hicimos bien. El éxito es el
resultado positivo de un movimiento permanente hacia delante.
Las investigaciones demuestran que aproximadamente el 95%
de nosotros nunca ha escrito sus metas en la vida, pero del 5% que sí
lo hizo, el 95% ha logrado sus metas. En 1953, en la Universidad de
Yale, solo el 3% de los egresados de ese año tenían metas específicas
escritas para sus vidas. En 1975, los investigadores descubrieron que
ese 3% de los alumnos que habían puesto sus metas por escrito habían
logrado más que el restante 97%. Me pregunto cuántas cosas no llegamos
a alcanzar porque no establecemos metas definidas al ponerlas por
escrito. Continuamente encuentro personas que no establecen metas
definidas porque hay demasiados factores en sus vidas sobre los cuales
no tienen control. Hay límites físicos para lo que podemos hacer. Yo
solo puedo arrojar una pelota a determinada altura como máximo; más
allá de eso, está fuera de mi control. Pero dentro del límite de mi
capacidad, tengo total libertad. El determinismo es tan parte de la
vida como el libre albedrío, pero es mucho mejor aprovechar al máximo
lo que podemos hacer, que lamentarnos por lo que no podemos hacer.
Una persona común pasa 20 años de su vida durmiendo, 6
años mirando la televisión, 5 años vistiéndose y afeitándose, 3 años
esperando a otras personas, un año hablando por teléfono, y cuatro
meses atándose los zapatos. Para ayudarle a comprender la importancia
de tener metas y para facilitarle el proceso de determinar sus propias
metas, permítame darle pautas muy importantes.
1. Su meta debe incluir a otras personas.
Ninguna meta vale la pena si es solo para usted. Elija una meta
suficientemente grande como para que incluya y sea de ayuda a otras
personas.
2. Su meta debe ser clara. Si no sabe adónde va, no le servirá de nada tener un mapa.
3. Su meta debe ser mensurable. Es necesario que tenga una forma de ver si progresa hacia el cumplimiento de la meta.
4. Su meta debe ser expansible. No grabe sus metas
en la piedra. Si su meta no es expansible, no sirve. A medida que
crecemos, vemos más claramente las cosas, y debemos elevar
continuamente nuestras metas.
Triste es el día en que pensamos que hemos logrado nuestras metas y no nos queda nada más por hacer.
5. Sus metas deben estar llenas de convicción.
La convicción es la confianza inamovible de que vale la pena trabajar
para llegar a la meta. Es el combustible que nos empuja hacia delante.
FUENTE: PASTOR JHON MAXWELL
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